Cita de Roosevelt

"Ningún país, sin importar su riqueza, puede permitirse el derroche de sus recursos humanos. La desmoralización causada por el desempleo masivo es nuestra mayor extravagancia. Moralmente es la mayor amenaza a nuestro orden social" (Franklin Delano Roosevelt)

viernes, 6 de febrero de 2015

Austeridad inteligente – la misma austeridad necia de siempre

Post de Bill Mitchell publicado originalmente el 26 de enero de 2015 en el blog Billy Blog

Versión original en inglés disponible en http://bilbo.economicoutlook.net/blog/?p=30044

(Traducción al castellano de Stuart Medina)
Bill Mitchell es Profesor de Economía y Director del Centro de Pleno Empleo y Equidad (CofFEE), de la University of Newcastle, en New South Wales, Australia. También es un músico profesional y toca la guitarra con la banda de Reggae-Dub, Pressure Drop, de Melbourne. La banda tuvo popularidad en las salas de conciertos de Melbourne a finales de los 70 y principios de los 80. La banda se reconfiguró a finales de 2010.

“En su forma actual, la UME es inviable a largo plazo”. Esta cita procede de un Informe

Repair and Prepare – Strengthening Europe’s Economies after the Crisis publicado conjuntamente por el Instituto Jacques Delors (sito en Berlín) y el Bertelsmann Stiftung – (sito en Gütersloh, Alemania). El Informe pretende diseñar un proyecto que prepare Europa para la «siguiente amenaza potencial a su propia existencia». Propone una «senda hacia la renovación» para crear una «unión cada vez más estrecha». Proclaman haber acometido esta tarea porque hay una «fatiga de crisis» y una «fatiga de debate sobe la Eurozona» extendidas en «los círculos gubernamentales y los medios». Antes que fatiga yo lo llamaría adhesión al pensamiento ideológico grupal. Ha habido un fracaso mayúsculo pero ninguno de sus creadores ha levantado la mano para asumir su responsabilidad. Cuando descartaron que el problema lo hubieran causado “esos pródigos y adiposos griegos —inserte la nacionalidad vilipendiada de su preferencia—”, varios responsables políticos y tertulianos recurrieron a la explicación de unos aún más amorfos problemas estructurales para explicar esta crisis sin fin. Los medios rebosan de escritores cautivos que se limitan a reiterar notas de prensa lanzados por políticos neoliberales y/o economistas convencionales. ¿Así pues, aporta algo nuevo este Informe? ¿Es viable su plan?

Antes de emocionarse, quizás quieran saber también que la primera organización fue fundada por el político francés tras concluir su Presidencia Europea. Delors será recordado como el neoliberal francés —pese a su afiliación socialista— que supervisó el desastroso Informe Delors que documentó el Tratado de Maastricht. Claramente son proEurozona.

El tinglado alemán es una rama del Instituto Notre Europe – Jacques Delors con sede en París. Lo dirige un tal Henrik Enderlein el cual es proEurozona.

A su vez, el Bertelsmann Stiftung tiene un historial de abogar por cambios neoliberales en la enseñanza pública y la reforma del mercado de trabajo alemanes.

Se imaginan pues que mis respuestas a esas preguntas iniciales son «No» y «No».

Recuerden que el Informe Delors (1989), que documentó la conferencia de Maastricht, desdeñó las conclusiones de los anteriores informes Werner y MacDougall sobre la necesidad de una fuerte función fiscal federal. Los anteriores informes fueron descartados por representar un pensamiento keynesiano “desfasado”, que ya no era tolerable para el Pensamiento Grupal Monetarista que se había adueñado del debate europeo de la época y que sigue dominando.

La nueva casta de elites financieras, que iban a beneficiarse masivamente de la desregulación que demandaban, promovió el resurgimiento de la ideología librecambista que había sido desacreditada durante la Gran Depresión. Más que la perspicacia surgida del recurso a la elevada autoridad de la evidencia y la preocupación por la prosperidad de la sociedad fueron el matonismo ideológico y un estrecho corporativismo los que guiaron el giro desde la visión colectiva keynesiana de pleno empleo y equidad a esta nueva ley callejera individualista.

El desdén monetarista (neoliberal) hacia la intervención estatal implicó que la UME estrangularía la capacidad de la política fiscal sin que ninguno de los argumentos o evidencias que señalaban que tal opción llevaría a una crisis, disuadieran a Delors y a su equipo de ese objetivo.

Delors sabía que podría aplacar la necesidad política francesa de evitar la entrega de la discreción política a Bruselas enmascarando ese objetivo con la retención de la responsabilidad nacional en la política económica. También sabía que las severas reglas fiscales propuestas para restringir la latitud de los gobiernos nacionales satisfarían a los alemanes. El monetarismo había tendido puentes entre los dos campos.

El Instituto Delors es heredero de esa ideología.

El nuevo Informe se asemeja al Informe Delors de 1989 en algunos aspectos. Propone «un plan de reformas en tres fases que se implantarían durante un período de 10 años» con el mismo tipo de transición que siguió a la introducción del Euro.


El director del Instituto Delors en Berlín, Henrik Enderlein, fue coautor de un informe de 2012 que proponía estimular la capacidad de “respuesta cíclica” automática de Europa. [Referencia: Enderlein, H., Bofinger, P., Boone, L., de Grauwe, P., Piris, J-C., Pisani-Ferry, J., Rodrigues, M.J., Sapir, A. and Vitorino, A (2012) ‘Completing the Euro. A road map towards fiscal union in Europe’, Notre Europe, Jacques Delors Institute, June]. Su razonamiento es sintomático del mismo pensamiento grupal de los economistas europeos que nos llevó de partida al problema.


Muchos de los autores de ese informe participaron en varios estudios que inspiraron el diseño de la UME. Ahora que el sistema, loado por ellos, ha fallado, proponen remendarlo con diversas medidas ad hoc, todas ellas enclaustradas en la mentalidad de la austeridad. Se niegan a «considerar siquiera la opción de abandonar el Euro» (pág. 3) y les guía en cambio el principio «tanta unión política y económica como sea necesaria, pero tan poca como sea posible» (pág. 3).

Siguen aseverando que el “principio de subsidiariedad” justifica esta aproximación minimalista a la unión fiscal. ‘Subsidiariedad’ significa que la responsabilidad de la acción debe mantenerse en el nivel al que sea más eficaz. Lo correcto habría sido, por supuesto, que la política fiscal hubiese permanecido en el nivel del emisor de la moneda. Pero los neoliberales decidieron que se quedaría en el nivel del estado nacional pese a que se arrebataba a los gobiernos su capacidad de emisión.

Ítem, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) y los posteriores paquetes de austeridad impuestos sobre muchas de las economías de la Eurozona durante la crisis comprometieron seriamente la supuesta autonomía fiscal de esas naciones.

Parece que la democracia y la autonomía se pueden violar cuando es la Troika quien impone las condiciones pero, en otros casos, se sostiene como principio sacrosanto irrenunciable. Este tipo de hipocresía ha permeado todo el debate sobre la integración económica y monetaria en Europa y seguirá produciendo soluciones subóptimas.

Enderlein et al. (2012: 7) propusieron una regla sencilla para los límites de la democracia: «la soberanía se acaba donde termina la solvencia», bien pensado es una afirmación pasmosa. La aplicación de esta regla lleva sin remedio a la violación de la democracia porque el riesgo de insolvencia es intrínseco al diseño defectuoso del sistema monetario. Se obliga a los Estados miembros a emitir deuda denominada en una moneda que no controlan y se prohíbe formalmente que el BCE aporte garantías —aunque éste no ha tenido reparos en violar esa prohibición mediante programas como el SMP —Programa para los Mercados de Valores por sus siglas en inglés) — y volverá a hacerlo con el recién anunciado QE. Pero los riesgos de impago e insolvencia siempre están al acecho, esperando a que llegue la siguiente recesión económica de envergadura. Así, en cuanto una nación entra en crisis, sus ciudadanos pierden la capacidad de influir en su propio destino y, en su lugar, son sometidos a los funcionarios no electos de la Comisión Europea, el BCE y el FMI. Esto no aparenta ser el camino hacia una Europa sostenible y próspera.

Su aproximación preferida a las “divergencias cíclicas” es «reforzar el canal de tipos de cambio reales» (pág. 28), en Román Paladino, que la devaluación interna sea más sensible merced a una mayor movilidad laboral y recortes salariales en las regiones en declive. Los autores invocan la receta neoliberal habitual – los trabajadores de las regiones en recesión han de moverse a las regiones pujantes y los que se quedan deberán trabajar más duro por menos paga. Se ignora la bondad de las comunidades sociales estables asentadas sobre estructuras familiares y el espíritu comunitario. Manda la economía y los trabajadores son meros peones en las decisiones gerenciales sobre la ubicación de la industria.

Podría pensarse que el objetivo principal de cualquier solución duradera a la crisis europea sería mantener la viabilidad de las regiones, sobre todo dado que los autores reconocen que «las barreras idiomáticas y culturales son ciertamente importantes» (pág. 8). Además es improbable que la movilidad laboral tenga ni por asomo la magnitud suficiente como para igualar las tasas de desempleo en la Eurozona. Un reciente estudio de la OCDE halló que no hubo ningún movimiento detectable entre ciudadanos que ya residían en la Eurozona entre 2009 y 2011.

Para completar su énfasis “estructural”, que reconocen que «es improbable que resuelva las dificultades inherentes» (pág. 30), Enderlein et al. (2012) proponen un fondo de seguro para los ajustes cíclicos. Este fondo sería gestionado por los ministros de hacienda de la Eurozona y llenaría su hucha con aportaciones de las naciones que estuvieran experimentando tasas de crecimiento superiores a los de la Eurozona y que haría desembolsos a naciones en crisis para «reducir la presión sobre las haciendas públicas» (pág. 31). Este esquema obligaría pues a las naciones a reducir su gasto doméstico en tiempos de bonanza económica y aportaría algo de auxilio en los tiempos adversos. Es revelador que los autores recalquen que «el sistema no puede convertirse en un instrumento solapado de transferencias permanentes» (pág. 31) y solo se les permitiría a las naciones «que retiraran lo que hubieran depositado» (pág. 32). De nuevo la presunción es que la redistribución “federal” sería neutral a lo largo y ancho del ciclo económico y del espacio, una proposición para la que no hay otra lógica que el conservadurismo fiscal.

Así pues, ¿han aprendido en los albores de 2015 estos autores algo que les permita alejarse de su anterior análisis surgido del pensamiento grupal? ¡El informe actual lo desmentiría!

En la página 1 introducen lo que llaman “austeridad inteligente” que crearía una estrategia de inversión a nivel europeo sin cercenar el gasto público a nivel nacional. Pero no importa como la definamos, la austeridad sigue siendo austeridad. Se puede estimar una brecha de producción en términos del gasto adicional requerido para cerrarla, generar nuevos pedidos y ventas y promover nuevo empleo.

El gasto adicional puede adoptar la forma de inversión o gasto de consumo (recurrente). Aquél añade capacidad productiva, mientras que éste explota mejor la capacidad productiva existente. Con el tiempo, una economía puede desplazar gasto del consumo hacia gasto de inversión pero no sin problemas de ajuste –trasladar trabajo de la producción de bienes de consumo y servicios a la de bienes de capital. Pero se puede hacer. Pero si hay grandes brechas en la producción total, recortar el gasto público y sustituirlo con gasto de inversión, cualquiera que sea su origen (público o privado) no cerrará la brecha entre producción e ingresos. Sólo desplaza gastos. La austeridad implica que el gasto público global se está recortando.

La austeridad inteligente no existe como tal cuando una economía está necesitada de niveles de gasto significativamente elevados (cualquiera que sea su composición). Austeridad es austeridad. En esos casos siempre es necia.

Da la impresión de que el Informe actual sigue enclaustrado en el marco mental de la austeridad y trata de endulzarla llamándola inteligente en vez de necia.

También acuñan el término “UME auténtica” (UMEA) para diferenciarla de la UME, la cual, implícitamente, ahora reconocen era un ‘sucedáneo’ o profundamente defectuosa y disfuncional. Califican a la UME existente de “Unión Monetaria Minimalista” (UMM).

Presentan algunos «acontecimientos recientes» donde documentan los fallos actuales de la estructura existente. Brevemente, concluyen que «no se vislumbra ninguna recuperación cabal» y que «el descontento popular crece aceleradamente». Los resultados de las elecciones griegas testimonian que el pueblo de una de esas naciones rechaza un parte significativa de la ortodoxia existente.

El Informe concluye que:

…la crisis ha desencadenado unos procesos económicos y políticos que, de no contenerse, representan una seria amenaza a la prosperidad y estabilidad europeas…

También entienden que el gasto es la clave para el crecimiento y que la incapacidad de invertir en nueva capacidad productiva socava la prosperidad a largo plazo de los Estados miembros.

Así pues ¿qué propone la Hoja de ruta?

En resumen su definición consta de dos etapas: Reparar «los descomunales daños económicos y políticos» y preparar (erradicación de las “debilidades sistémicas”).

Afirman que la crisis causó el daño pero no son capaces de reconocer que la austeridad fiscal ha sido el mayor causante del daño tras una incipiente recuperación que fue engendrada por un incremento de los déficits fiscales. La crisis también golpeó duramente la economía estadounidense pero el estímulo fiscal continuado les devolvió al crecimiento. La Eurozona se ha quedado encadenada al estancamiento desde 2010 debido a la austeridad fiscal – no hay más.

¿Cuáles creen ellos que son «las raíces de los problemas de la Eurozona»? Esencialmente «a la UMM le faltaban componentes cruciales para una unión monetaria sostenible». ¡Sin duda!

Afirman que la regla del 3% del PEC no facilitó la suficiente amplitud a las naciones acechadas por circunstancias inflacionistas (burbujas inmobiliarias alentadas por la regla de tipos de interés unitarios) para recurrir a «políticas fiscales anticíclicas». Era «demasiado laxa para los tiempos de bonanza». Esta aserción recurre al tema subyacente de que la crisis fue provocada por las naciones periféricas excesivamente endeudadas. Pero las burbujas inmobiliarias de España fueron acompañadas de superávits fiscales. Es más, Irlanda, otra nación con bum inmobiliario, mantuvo posiciones fiscales ajustadísimas.

También admiten que la PEC fue «demasiado estrecha en los (tiempos) difíciles», un hecho que resulta evidente.

El Informe invoca el concepto de “áreas monetarias óptimas” (AMO) y afirma lo que ya sabíamos hace años (y fue rechazado por el Informe Delors y los estudios de los que bebió).

Dicen:


…se puede esperar que los beneficios de una unión monetaria excedan sus costes cuando comprende un área económica homogénea…el área del Euro nunca ha sido un ‘área monetaria óptima’.


Analicé la cuestión de las AMO en estos blogs:


§ Options for Europe – Part 53


§ Options for Europe – Part 54


§ España se está muriendo


En términos del debate que llevó a Maastricht, hubo una clara desavenencia entre, por un lado, los estudios basados en EE.UU., que rechazaban la viabilidad del diseño propuesto y estimaban improbable que pudiera fructificar; y, por otro, los estudios basados en Europa, en particular aquellos patrocinados de una u otra forma por la Comisión, que en general eran positivos.


El concepto de AMO se convirtió en el marco organizativo del debate sobre la viabilidad de la UME propuesta. La teoría de la AMO pretende definir las condiciones bajo las cuales varios países independientes estarán mejor compartiendo una moneda, o alternativamente, fijando sus tipos de cambio. Por óptimo se quiere decir una colección de unidades geográficas (en el caso de la UME, los Estados miembros) que más eficazmente entrarían en una unión monetaria. Demasiadas ‘áreas geográficas’ o un defecto de ellas resultarán en una disposición subóptima o no óptima.


Pueden remitirse de nuevo a esos blogs para un análisis detallado de las tres condiciones definitorias. Resumidamente son:


1. Los ciclos económicos de los países se mueven al unísono (arriba o abajo) y se enfrentan a consecuencias comunes si les alcanza un shock negativo.


2. Debe existir un alto grado de movilidad laboral y/o flexibilidad salarial dentro del grupo de países tal que si el desempleo se eleva en un país, los trabajadores pueden moverse rápidamente a otra parte para encontrar empleo


3. Existe una estructura común de compartición de riesgos de forma que la política fiscal puede transferir recursos de las zonas con mejor rendimiento a los países con peor rendimiento sin restricciones.


Los proponentes de la UME a finales de los 80 no consideraron que los requisitos expuestos en la literatura sobre AMO fuera reseñables para sus planes. El Tratado de Maastricht iba más de progresar hacia la adopción de la moneda única y los requeridos cambios institucionales exigibles para acomodar este proceso que de un análisis en profundidad sobre si sería óptima.


¿Por qué fue ignorado el existente esquema económico (AMO), que trataba específicamente sobre la cuestión de si la unión sería deseable y cuándo? En una publicación de 1990 One Market, one money. An evaluation of the potential benefits and costs of forming an economic and monetary union (es una descarga de 20mb), la Comisión Europea (1990a: 46) concluía que la literatura sobre AMO facilitaba:

…un marco bastante limitado cuya adecuación para el análisis actual es cuestionable.

Afirmaban que «toda la aproximación ignora cuestiones de credibilidad de las políticas que han sido destacadas por la teoría macroeconómica reciente» (p.46), una forma en clave de decir que la AMO se asociaba con la visión keynesiana de que la política fiscal facilita un medio eficaz de estabilizar las economías golpeadas por fluctuaciones de gasto privado. Las “cuestiones de credibilidad de las políticas” se referían a aserciones monetaristas no comprobadas de que la política fiscal era ineficaz y causaba inflación, que solo podría controlarse con política monetaria rigurosa. Cualquier aplicación seria de la teoría de las AMO habría sido más que inconveniente para los proponentes de la UME.

Por ejemplo, el Tratado deliberadamente negó la capacidad de una facultad fiscal federal para aliviar el desempleo regional y tampoco tenía sentido que el trabajo fuera móvil.

No importa como quiera uno interpretar la teoría AMO, es más que obvio que el grupo de naciones que entró en la UME no satisfacía ni remotamente las condiciones requeridas para asegurar que la adopción de una moneda común fuera globalmente beneficiosa. El resultado fue que los únicos ajustes que se les abrían en cuanto ocurriere un colapso importante del gasto privado serían costosísimos, un punto ignorado por los proponentes de la UME.

La crisis de 2008 ha demostrado lo que ya se sabía durante el debate de la AMO a principios de los 90. La facultad de absorber choques de gasto externos, tales como el que siguió al colapso inmobiliario en EE.UU. de 2007, es muy distinta de unos países a otros de la Eurozona. Los estados industriales más fuertes como Alemania y los Países Bajos, que también tienen la capacidad de generar superávits externos, se encuentran en una situación completamente distinta a la de los importadores de capital como España y Grecia. Las naciones más fuertes pueden absorber choques de gasto mucho mejor que las naciones más débiles de la unión.

El economista principal del Financial Times, Martin Wolf, advirtió en 2010 que:

La crisis en la periferia de la Eurozona no es un accidente: es inherente al Sistema. Los miembros más débiles tienen que encontrar una vía de escape de la trampa en la que se encuentran. Recibirán poca ayuda: la zona carece de gastador de último recurso; y el propio Euro también está muy fuerte. Pero deben tener éxito. Cuando se creó la Eurozona, apareció una literatura ingente sobre si era una unión monetaria óptima. Sabemos que no. Ahora sabremos si esto importa.

Pese a las diversas interpretaciones que se han hecho de la teoría de la AMO, la predicción fundamental que surge de ella es que, si las condiciones esenciales no existen, entonces el desempleo aumentará significativamente en algunos Estados miembros al afrontar una caída grande y asimétrica del gasto. Esta predicción claramente se ha materializado. Dicho de otro modo, más les habría valido a los diseñadores de la UME hacer caso del mensaje general de la AMO antes de tirar para adelante. Imperó la ideología causando el sufrimiento de millones.

Pero la malevolencia no acaba aquí. Los economistas neoliberales usan ahora la teoría AMO como un medio para justificar los ataques a la protección del trabajo y a la seguridad salarial. Arguyen que, mientras que los requisitos para establecer una AMO eran irrelevantes para la decisión de crear una unión monetaria, una vez creada es menester asegurar que éstos sí estén. De repente todos los economistas pro UME empezaron a admitir la teoría AMO porque, en este formato, ahora sí daba soporte a sus intenciones neoliberales.

Todo el hincapié en la necesidad de reformas “estructurales” no es más que una forma de referirse en clave al recorte de derechos adquiridos de los trabajadores y a la creación de un entorno de inseguridad laboral y de rentas.

En este contexto, el reciente Informe sugiere los siguientes «elementos que le faltan» a la UMM:

1. «Completar el mercado único y la convergencia de políticas» para reducir fronteras nacionales a la movilidad laboral y diversas condiciones reglamentarias. Pero los idiomas nacionales y las barreras culturales siempre dificultaron que el trabajo se moviese dentro de Europa.


2. «Coordinación de la gestión de la demanda en toda la UME» para conseguir una «sincronización del ciclo de negocios», en otras palabras, introducir una facultad fiscal para toda Europa. El diablo está en los detalles. Los autores no contemplan una facultad fiscal federal que pueda emitir su propia deuda y que no quede constreñido por el tamaño de los déficits en los que incurriere.


3. Necesidad de un fondo de asistencia para toda Europa que ayude a las naciones en apuros y el desarrollo conmensurado de procesos políticos que aseguren que ésta sea rápida.

De hecho, si se introdujere una facultad fiscal auténticamente federal y se atribuyere una responsabilidad al Parlamento Europeo digna de una asignación democrática de recursos federales entonces sobrarían los fondos de ‘rescate’.

El hecho de que el Informe siga considerando el Mecanismo Europeo de Estabilidad sugiere que no están a favor de una facultad fiscal realmente federal. Nos percatamos de ello cuando introducen su supuesta ‘Unión Económica y Monetaria Auténtica’ (UEMA), que construiría —según ellos— «una unión monetaria capaz de lidiar con desequilibrios de origen endógeno así como con choques externos». Pero su receta solo es una repetición del desastre de la convergencia que siguió a la firma del Tratado de Maastricht y abrió el camino para que las naciones adoptaran la moneda común. El Informe afirma que el proceso fue «extraordinariamente exitoso».

Las naciones utilizaron diversos maquillajes contables para satisfacer los criterios. Poquísimas naciones se acercaban pero todo se soslayó porque la Comisión Europea estaba empeñada en someternos a la moneda común.

El Informe actual afirma que su Hoja de ruta se basaría en “reformas estructurales” y la consolidación de las “finanzas públicas” —v.g. reducción de déficits— y un compromiso con “obligaciones legales —v.g. un PEC reforzado—.

Mientras que el proceso de convergencia de Maastricht fue jalonado con “sanciones” para inculcar obediencia (que no se aplicaron pues a nadie le negaron el acceso), el Informe afirma que se motivaría la entrada en al UEMA con incentivos positivos.

¿Cuáles podrían ser éstos?

Como un incentivo adicional a los países en apuros con déficits presupuestarios elevados, la Comisión podría aclarar que los esfuerzos para alcanzar los indicadores acordados serían tomados en cuenta al considerar la fijación y duración de los plazos para reducir el déficit.

Así que la misma clase de reglas fiscales, solo que aplicadas con algo más de flexibilidad, si la nación demuestra que está arrasando su economía con reformas estructurales (v.g. recortar salarios, pensiones, protección al desempleo, bienestar público, etc…). Su propuesta de transferencias fiscales equivale a un sistema donde no habría «transferencias netas a medio plazo» pero una nación en apuros podría «recibir pagos durante un ciclo a la baja». Es decir, tendrían que devolverlos.

Pero esto implica que los déficits fiscales tendrían que ser igualados en el medio plazo con superávits. Es el viejo mantra que ignora que, para naciones con déficits externos y un deseo del sector privado doméstico de conseguir un ahorro agregado, son necesarios déficits fiscales continuados para mantener el crecimiento. Aún con superávits externos, el deseo del sector privado de conseguir un ahorro agregado podría exigir déficits fiscales continuados. La regla del presupuesto equilibrado a lo largo del ciclo económico no tiene ninguna lógica económica.

En una federación realmente funcional algunas naciones quizás debieran mantener déficits permanentes. De hecho es más que probable que la mayoría de las naciones europeas estuvieran en esa situación. Así pues su esquema de estabilización cíclica yerra por las mismas razones que la UME actual.

Y a continuación nos dan más detalles sobre su propuesta de “austeridad inteligente”.

Afirman que:

Con el fin de asegurar la sostenibilidad de los presupuestos gubernamentales del área Euro, incluso ante niveles elevados de gasto de inversión, cada país se comprometería a embarcarse en la “austeridad inteligente”.

¿Qué es esto? Consiste en:

…reorientar las políticas fiscales de consumo público a la inversión. Esta opción puede ser políticamente complicada porque es probable que incluya recortes de gasto en transferencias sociales y empleados del sector público… Pero incluso los países constreñidos por las reglas fiscales y las expectativas de mercado pueden esperar razonablemente reducir sus ratios de deuda sobre PIB mediante una reorientación presupuestariamente neutral de su gasto.

Observen los antedichos argumentos sobre brechas de producción. Percátense del uso del verbo esperar en vez de poder. Son las mismas sandeces que nos llegan de esos laboratorios de ideas proeuro desde el estallido de la crisis y antes.

De repente el mercado amará a una nación que padezca alzas masivas de desempleo, caídas de ventas y recesión.

Pero la cosa empeora, porque la propuesta implica recortes del gasto público e intentos de inducir al sector privado que acometa los incrementos de inversión.

Conclusión


Otro Informe pro-Eurozona enclaustrado en la misma lógica neoliberal que exige posiciones fiscales equilibradas y disciplina estricta. E introduce otra indecencia en la nomenclatura: “austeridad inteligente”.

Elecciones griegas

Los resultados de las elecciones griegas fueron muy buenos. He recibido numerosos e-mails que critican mi escepticismo sobre la capacidad de Syriza para hacer honor a su nombre, coalición radical. Empezaba a dar señales de que estaba deslizándose hacia el centro para tranquilizar a los votantes. El tiempo da y quita razones.

El problema fundamental es que han declarado repetidamente de que están por el Euro. No veo a Grecia capaz de alcanzar prosperidad en una unión monetaria con compañeros como Alemania y las normas fiscales neoliberales impuestas a todos los Estados miembros.

Puede que una “renegociación” de la deuda cree una dinámica relevante que permita flexibilizar la política fiscal. Dudo que ocurra, lo cual explica mi escepticismo.

Pero bienvenido sea deshacerse de los vándalos que han reducido a Grecia a la condición de colonia germana inoperante. Espero que ahora que han llegado al poder puedan introducir planes realmente radicales, lo cual provocaría que Alemania los expulsara de la unión.

¡Por hoy basta!

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